Una organización, cualquiera sea su naturaleza, siempre buscará obtener un mejor resultado, pudiendo ser financiero, reputacional, de bienestar, de relacionamiento estratégico u otro. Si por ejemplo, lo que se busca es un objetivo financiero, normalmente se exploraran caminos desde el paradigma de los costos y ganancias de corto plazo que las personas, procesos y tecnologías pueden aportar, sin reparar en los riesgos y perjuicios que normalmente este enfoque trae al logro del potencial mejor resultado, pudiendo incluso alejarnos de él.

Podríamos definir el resultado potencial de una organización, como aquel resultado que se obtendría si todo funcionara de la mejor manera posible, lo que sabemos la mayoría de las veces es imposible que ocurra, pero al que siempre debemos aspirar, ya que implica utilizar de la mejor manera posible los recursos y energías que en ese intento se consumen.

¿Y qué lleva a una organización a no alcanzarlo? En primer lugar el no saber que existe, lo que suele ser muy común. Pero en segundo lugar, y como factor fundamental, el enfocarse en una gestión que no explora caminos que permitan alcanzar ese mejor resultado, centrándose por ejemplo en una gestión que abusa de los indicadores como herramientas de medición de desempeño individual, y que podría llevan a una excesiva división de la organización y con ello terminar produciendo conflicto y estrés entre quienes pertenecen a un mismo equipo de trabajo, olvidando que un indicador debe ser  empleado como una herramienta que permita inducir y motivar comportamiento hacia el logro de objetivos comunes, promoviendo la colaboración, la coordinación, la comunicación, la confianza y la creatividad.

Para acercarnos al resultado potencial, las organizaciones deben comprender la forma cómo esos resultados se generan al integrar sus distintas áreas o unidades, deben fomentar una correcta articulación y establecimiento de acuerdos y con ello compromisos para el logro de metas. El espacio más rico y desafiante que tiene la organización, es el de las conversaciones y relaciones que generan en su interior las personas que la componen. Desde ahí podrá luego conectar con sus procesos, tecnologías, estructura organizacional e incluso estrategias, para iniciar un camino de alineamiento de las voluntades de su gente hacia objetivos claros y compartidos.

¿Cómo podría -por ejemplo- una organización en la que no se ha construido confianza en su interior, por el contrario, donde se aprecian niveles de miedo e incluso rabia, alcanzar un resultado excelente? Algún lector podrá pensar que el estilo de gestión basado en el miedo o el exceso de autoridad ha mostrado importantes resultados en muchas empresas, y qué duda cabe de ello; solo que no podemos catalogar esos resultados de excelentes, aun cuando las metas que la organización ha propuesto, se hayan cumplido. Con toda seguridad, los resultados que ese tipo de organización obtienen son bajos en comparación con el potencial que podría alcanzar, potencial que no se encuentra por el camino de las metodologías clásicas que normalmente empleamos al enfocarnos de manera casi desesperada en indicadores, tecnologías, procesos o productividad de las personas.

Las organizaciones son un espacio de creación de valor, donde se juntan las capacidades de accionistas, trabajadores y proveedores, y no un espacio de conflicto, desgaste y consumo de energías que terminan inevitablemente provocando resultados muy inferiores a los potenciales. En NEST trabajamos para rescatar el verdadero valor de los negocios, alineando equipos y con ello mejorando los resultado alcanzados, aportando a construir empresas que mejoran significativamente el aporte a sus accionistas, sus clientes, trabajadores, proveedores, y a la sociedad en general.

Estamos seguros que hay mejores formas de hacer tu negocio e ir en la búsqueda de ese potencial

¿Y qué tal si nos tomamos un café y lo conversamos?

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