La cultura de colaboración como ventaja competitiva
Toda la historia de la humanidad ha estado marcada por la competición, los juegos romanos, las batallas, el deporte. Y en las empresas, desde la revolución industrial, la cultura de trabajo se ha caracterizado por estar dominada también por la competición.
La mirada competitiva en el relacionamiento de personas a personas y de empresas a empresas, se ha llevado a tal extremo que nos hemos olvidado de los beneficios de colaborar y la absoluta necesidad de poner en equilibrio los sanos niveles de competición y colaboración para la subsistencia humana. Si miramos una organización por dentro, observaremos que en muchas de ellas se producen niveles de fragmentación que, en forma natural, dificultan colaborar, no existe una mirada de sistema (o de un todo), las áreas trabajan aisladamente e incluso confrontándose, lo que lleva a un desgaste innecesario y verdaderos conflictos que deterioran el clima laboral, generan estrés y finalmente provocan ineficiencias e incumplimientos de los objetivos esperados.
Mientras la empresa tiende a buscar eficiencia, la predominancia de las culturas de competición por sobre una cultura de colaboración, provoca en las organizaciones que las personas tengan actitudes como acaparar información o no compartir potenciales soluciones a problemas, lo que tiende a traer menos eficiencia. Se reducen las oportunidades de mejora, se dificulta la creatividad y el que se provoque la tan ansiada innovación para el desarrollo tanto de tareas cotidianas, como de largo plazo. La organización y las personas se desgastan y se pierde su potencial.
La importancia de una cultura colaborativa
En toda empresa se producen diferentes niveles de colaboración, pero no toda empresa posee una cultura colaborativa, logrando que sus miembros puedan apreciar un sentido de comunidad y pertenencia como factor base para construir mejores soluciones, incrementando la productividad, la creatividad e, incluso, la innovación desde una “inteligencia colectiva” que se genera al establecer un relacionamiento sano entre las partes. Mejora los climas laborales, reduciendo la rotación de personal y poniendo al centro el respeto por el otro, transformando a la empresa en un verdadero espacio de crecimiento y desarrollo de la persona. En definitiva, permite llegar a tener empresas más eficientes, con mejores indicadores en cualquier dimensión que la empresa considere como relevante.
La colaboración como motor de desarrollo
Diversos estudios han revelado los efectos de la colaboración -uno de ellos es el que realizan Carr y Walton (2014) de la universidad de Stanford- mediante experimentos que estudian los mecanismos psicológicos que facilitan la coordinación y cooperación social. En específico, sus hallazgos muestran que las personas que sintieron que estaban en un proyecto común, aun cuando no estaban físicamente juntas (trabajo a distancia): persistieron entre 48% y 64% más en tareas desafiantes; lograron un mejor desempeño; y disfrutaron más que los grupos que no sintieron que estaban en un proyecto común, realizando un 53% más de tareas, lo que podría asociarse a un incremento en productividad o rendimiento.
Se observó también mayor interés por la tarea, aumento de disfrute, persistencia en la conducta, mayor compromiso y rendimiento y reducción del agotamiento y menor tasa de abandono, lo que lleva a la generación de mejores climas laborales y desde ahí generar un efecto de círculo virtuoso en post de incrementar los niveles de colaboración.
Los límites de la colaboración
Otra conclusión interesante, es que incluso en espacios competitivos, los grupos también pueden colaborar cuando existen reglas claras (explícitas o implícitas), se identifican objetivos que pueden compartir, y se motiva la interacción social que inspire la motivación intrínseca. Esto hace que las personas trabajen más duro en tareas desafiantes, sintiendo que ello contribuye a su propia “satisfacción inherente” y la del grupo.
Si ponemos en este debate el que la sociedad demanda de sus empresas una mejor utilización de los recursos naturales y se busca por otro lado incrementar el bienestar de las personas con reducciones de las jornadas laborales (Ley de 40 horas en Chile), parece indispensable el que las empresas incorporen la colaboración no solo en su gestión interna, sino que también comiencen a pensar en estrategias y modelos de negocio que incorporen la colaboración para ofrecer a la sociedad soluciones más creativas e innovadoras para la ejecución de sus procesos y utilización de los recursos. Finalmente, ser una empresa moderna y responsable.
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